martes, 1 de enero de 2019

La vida es una caja de galletas

—Acuérdate de que la vida es una caja de galletas [—dijo Midori].
Yo sacudí la cabeza unas cuantas veces y me quedé mirándola.
—Puede que sea porque no soy muy agudo, pero hay veces que no entiendo ni un pimiento de lo que me dices.
—¿Sabes esos surtidos que hay de galletas, que unas te gustan y otras no? ¿Y que siempre te comes las que te gustan y al final solo quedan de las que no te gustan? Pues eso es lo que se me viene a la mente cada vez que me toca hacer algo difícil. Me digo: "lo que tengo que hacer es cepillarme todas esas galletas y asunto arreglado". La vida es una caja de galletas.
—Con eso podrías crear toda una filosofía.
—Es que es verdad. Lo he aprendido por experiencia propia.
Norwegian Wood, Haruki Murakami

Tres adolescentes a punto de empezar la universidad forman un grupo inseparable. Son dos chicos, Toru y Kizuki, y una chica, Naoko. Esta última y Kizuki son novios. Cuando todo parece ir de maravilla, Kizuki se suicida. Los otros dos quedan trastornados, como es natural. Muchos años después, Toru narra la historia en primera persona, empezando en el momento del suicidio, y nos lleva por una montaña rusa de sentimientos que dura más o menos año y medio. Este es, poco más o menos, el planteamiento de Tokyo Blues, Norwegian Wood, la novela que catapultó a la fama a Haruki Murakami.


Durante la lectura he recordado mucho otra novela de Murakami, la de Tsukuru Tazaki, el chico sin color, que es posterior (ya expliqué que había empezado a leer sin respetar el orden cronológico, mal hecho, pero bueno, ya no tiene remedio). Creo que hay bastantes elementos comunes entre ambas. Sin embargo, en Norwegian Wood el tratamiento de las cuestiones interpersonales es mucho más crudo, y mucho más lento, que en Tsukuru. En la segunda novela, la más tardía, creo apreciar más experiencia literaria, reflejada en la capacidad para desarrollar temas complejos sin caer en monólogos fastidiosos o diálogos intrascendentes. En Norwegian Wood hay mucho de esas dos cosas.

Tengo la sospecha de que esta novela habría sido un pestiño intragable de no ser por dos personajes ajenos al nudo central: Midori y Reiko. La historia de fondo, centrada en el suicidio del adolescente y lsa secuelas psicológicas que sufren sus amigos, es como para salir corriendo y no parar, pero estas dos mujeres salvan la narración al añadir la necesaria dosis de realismo, sobriedad y diversión. Cada vez que Midori y Reiko aparecen en escena, la novela se transforma, despierta de su letargo depresivo-adolescente y pasa a ser una fantástica tragicomedia. Uno desea que no se acabe el capítulo, que no vuelvan los muermos de los otros personajes a matarnos de aburrimiento con sus disquisiciones circulares y su caída libre hacia el fondo más profundo de la depresión.

Es curioso que las reflexiones de los personajes de esta novela se parezcan tanto a las de Tsukuru y que, al mismo tiempo, la experiencia de lectura sea tan distinta. Es curioso también que sea esta, y no Tsukuru, la que catapultó a la fama a Haruki Murakami, hasta el punto de que después de publicarla decidió largarse de Japón porque sus fans no lo dejaban tranquilo. El segundo libro está mucho mejor escrito, y sin embargo no tiene fama ninguna, más allá de la que le da el nombre de su autor. Yo lo achaco a la carga nada despreciable de exploración sexual que tiene Norwegian Wood, y que con toda probabilidad debió de funcionar como un imán para muchos lectores japoneses adolescentes y jóvenes, que se identificaron con los personajes y convirtieron la historia en icono de su época y su identidad (finales de los ochenta) También hay que tener en cuenta que la edad media de los personajes en Tsukuru es unos quince años mayor.

No diré que Norwegian Wood me ha decepcionado, porque sería una exageración. Tiene momentos irrepetibles y escenas fabulosas que se me han quedado grabadas en la memoria. Lo que sí me ha pasado es que, a fuerza de oír que era el libro más famoso de Murakami, me había creado unas expectativas exageradas. Es una buena novela, pero tampoco pienso que se pueda considerar una obra maestra, como yo esperaba. Eso sí, para lectores de entre veinte y treinta años, es muy, muy recomendable.

2 comentarios:

  1. Es la única novela que he leído de Murakami, y más que nada porque la habían leído varios alumnos y quería saber de qué iba... Y me gustó cero. Voz impostada, hechos exagerados (aunque luego pensé que igual es la mentalidad japonesa, pero no lo sé), escenas eróticas que salpimentan sabiamente el texto para hacerlo llevadero y, quién sabe, convertirlo en best seller... En fin, que después de esa novela no he querido leer más de Murakami. Y seguramente soy injusta, pero no me da la vida para perderla en estas empresas... :)

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    1. No me extraña nada tu comentario. Si tuviera que recomendar una sola novela de este autor, fijo que no sería esta.

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