Es tradición que quien escribe blogs, cuando desaparece y luego vuelve, explique y justifique la ausencia, o el regreso, o ambos. Esas explicaciones o justificaciones van desde la nerviosa y apresurada mirada de ombligo hasta la dramática confesión lacrimógena, y en ellas se vierten intimidades o datos personales nada útiles para quienes seguían el blog: crisis emocional, problema práctico, duda, hartazgo, inquietud, falta de ideas, nuevos objetivos y horizontes.
En un blog literario, esas explicaciones pretenderán pasar por literatura, claro, porque la persona en cuestión se afanará en escribirlas bien, con gancho, con enjundia, para que sus seguidores piensen, pobrecilla, pobrecillo, claro, es comprensible, cómo va a ser, y cosas por el estilo.
Pamplinas.
Yo me pregunto por qué tiene uno que explicar o justificar nada.
Yo me pregunto también qué pasa si uno vuelve así, zas, sin ombliguismos ni lagrimones, sin pamplinas, como acabo de volver yo en este momento, después de dos años y un mes de silencio.
Qué pasa, digo.
Bueno, pues ya está. Yo ya he vuelto.
A ver, qué. Qué.
Ja.
He vuelto
¡He vuelto!
Qué cosas.
Pues bienvuelto :))))) (los agregadores de blogs molan ;)).
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