Como ya expliqué en este post, hace unos días saqué de la biblioteca por azar un libro de Sergio Ramírez titulado Flores oscuras. Admito mi absoluta ignorancia: hasta ese momento ni siquiera sabía de la existencia de este autor. Habrá quien lo reconozca mejor por sus dos apellidos, Ramírez Mercado, y por su pasado guerrillero y político en la época de los sandinistas que derrocaron al dictador Anastasio Somoza y dieron un giro radical a la historia de Nicaragua. Habrá quien lo conozca también por los numerosísimos premios y reconocimientos literarios que ha recibido a lo largo de su vida, entre los que yo destacaría la Medalla Pablo Neruda de Chile, la Orden de las Artes y las Letras de Francia, el Premio Carlos Fuentes de México y el Premio Cervantes de España. Casi nada. Suficiente como para que me avergüence de no conocerlo.
Flores oscuras es una colección de doce relatos breves ambientados en muy diversos
lugares, siempre con algún tipo de vínculo con la Nicaragua natal
del autor o con algún otro país próximo (Costa Rica, México). Los temas y los personajes son de lo más variado: un licenciado en hostelería que se casa con una gringa en Managua y emigra con ella a los Estados Unidos, donde le espera un destino triste y desolador (El mudo de Truro); un crimen pasional en un miserable circo de provincia (Ya no estás más a mi lado corazón); un emigrante nicaragüense muerto a dentelladas por dos perros guardianes en Costa Rica (Abbott y Costello); el encuentro fortuito de dos ex guerrilleros, uno de ellos convertido en un magnate, pero inválido, y el otro pobre de solemnidad, mendigo y ladrón (La colina 155), y así sucesivamente.
El estilo de Sergio Ramírez está muy vinculado al de la crónica periodística. Tan vinculado que algunos de estos cuentos parecen exactamente eso: una crónica periodística, y en algunos casos cabe la duda de si lo que se está leyendo es ficción o realidad. Hice la prueba, y si bien ciertos datos son verídicos, de otros muchos no hay ni rastro. Tengo la impresión de que Ramírez mezcla un poco de todo y juega y se divierte con esa frontera, como hace también John M. Coetzee en sus libros supuestamente autobiográficos.
En particular, uno de los relatos (No me vayan a haber dejado solo) comienza con el propio Sergio Ramírez observando con detalle una fotografía familiar de su infancia. A partir de esa observación objetiva y de los datos reales sobre su familia, el autor va reconstruyendo escenas de aquella época de su vida y nos lleva de la mano en un recorrido por un domingo cualquiera en la Managua de los años cuarenta. Aquí no hay estilo periodístico, como es natural, sino más bien un monólogo interior que termina, como ya indica el título del cuento, con la sensación desoladora de ser el único que sigue con vida de todos los que aparecen en esa foto.
No hay relato en este libro que no me haya dejado una impresión profunda. La maestría de Sergio Ramírez no requiere mucha explicación, y no seré yo quien intente describirla: lo mejor es leerlo y disfrutarlo. Con su estilo peculiar, Ramírez demuestra que no hay una forma canónica de abordar el relato breve y que la flexibilidad, la versatilidad y la adaptabilidad de este género es poco menos que infinita. Sus técnicas narrativas, que en algunos casos pueden resultar extrañas o impropias, resultan muy eficaces, y sus historias, con pocas palabras, tocan en lo más hondo. Cada vez que terminaba una, sentía la necesidad de detenerme y reflexionar sobre lo que acababa de leer. En la mayoría de los casos releí algún pasaje que me había impresionado; en otros, me sentía tentado de continuar con la historia, de llevar a los personajes un paso más allá y sacarlos de la situación en la que se habían quedado. En todo momento me ha parecido que esas narraciones tienen vida propia. Al estar escritas así, como crónicas o como conversaciones íntimas, se hacen un hueco en la memoria como si te las hubiera contado un amigo o un conocido. Como si fueran verdad.
He buscado más libros de Sergio Ramírez en la biblioteca, pero por desgracia no hay ninguno. Un compañero me pasó dos, pero son obritas menores de la época de la revolución sandinista en las que se plantean cuestiones ideológicas y políticas. Nada que ver con estas historias tan intensas y tan sólidamente construidas. Supongo que en alguno de mis viajes podré hacerme con otros títulos. Estoy deseando leer más cosas de él.
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