lunes, 11 de febrero de 2019

Dignidad o qué

 Fui a ver "The green book" con Igor. Qué puedo decir. Las películas americanas siempre transmiten el mismo mensaje, y por más que considere impresionante la actuación de Viggo Mortensen, la moraleja de la historia me deja frío. Es lo de siempre: una justificación a posteriori de uno de los temas que, a día de hoy, tienen muy mal solucionado y que no tiene, ni tuvo, justificación alguna. El país sigue siendo racista, en varios sentidos, no solo en uno, y las partes implicadas insisten siempre en ser la víctima. Así no se puede avanzar.


En la película, que aparte del drama tiene su chispa de humor muy neoyorquino, nos vimos obligados a practicar acentos de lo más florido, desde el Bronx hasta Alabama, y de todos los colores, incluido un ruso que tocaba el violonchelo. Al final de la película tuvimos una conversación (bueno, con Igor es siempre una discusión, pero se me entiende, ¿no?) sobre la dignidad.

Igor dice que eso de mantener la dignidad solo sirve para que a uno le partan la cara, tarde o temprano. Para él, la gente estirada como el músico de la película siempre acaba mal, y lo único que consigue es dar la impresión de que gana, cuando en realidad siempre pierde.

The Green Book

Yo estoy de acuerdo con él en parte: para echar por tierra la dignidad de cualquiera basta con una certera patada en la entrepierna, o un golpe bien dado, o un escupitajo con moco verde. La dignidad es frágil, muy frágil, ante la fuerza bruta. Esto se ve muy bien en la película: Mahershala Ali, el músico, lo pasa francamente mal por querer mantener la dignidad. Pero claro, ese es el objetivo de su viaje, ese es el tema central de la película: ¿sirven de algo los principios?

Yo creo que si uno sobrevive (cosa que no siempre pasa, este mundo puede ser muy cruel), la dignidad puede salir a cuenta a largo plazo. Aunque a veces no lo parezca, la mayoría de la gente tiene en cuenta la actitud de unos y otros y, cuando llega el momento, hace balance y actúa en consecuencia. Claro que también esto es un arma de doble filo porque la frontera que separa la confianza del oportunismo es tan fina que muchas veces no hay manera de distinguirlos.

La ventaja de adoptar una actitud más práctica ante la vida es que uno consigue que la inmensa mayoría de las cosas le traigan sin cuidado. Dicho de otro modo, uno sufre mucho menos cuando las expectativas están a la mínima, porque no tiene empacho en adaptar su postura a las circunstancias, con total independencia de principios o preceptos éticos. Es una protección excelente para vivir día a día, pero en el largo plazo, en la planificación para el futuro, es posible que mucha gente decida prescindir de ese tipo de personas, por muchas razones, pero en particular por la posibilidad de que esa planificación descarrile por una decisión unilateral.


En suma, Igor se apunta a la acción rápida y directa y yo a la dignidad. Los dos somos conscientes de los riesgos que conllevan nuestras respectivas posturas ante la vida: yo procuro estar atento ante potenciales patadas en los huevos, mientras que Igor hace lo posible por dejar abiertas todas las puertas posibles, para compensar todas las que se le van cerrando. Vamos bien.

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