Ya he contado en este blog que, desde que vivo donde vivo, apenas compro libros porque las bibliotecas públicas son fastuosas y porque mis generosos y desprendidos vecinos tiene la sana costumbre de dejar en la puerta de su casa los libros que ya han leído. Así he ido encontrando muchos de los títulos que comento en Escalera, y así mantengo intacta mi tendencia a la lectura anárquica y desestructurada.
Hace unos tres años iba yo cargando con las bolsas de la compra cuando de repente vi un volumen oscuro, oscurísimo, tirado en el escalón de uno de esos brownstones clásicos del barrio. Sin color, sin marcas, apenas se veían unas letras doradas en el lomo. La portada y la contraportada eran de color granate. Lo tomé, por supuesto, y leí en el lomo el nombre de la autora, Azar Nafisi, y el título del libro, “Reading Lolita in Tehran” (“Leer Lolita en Teherán”). No me sonó de nada, pero como me encantan las cosas raras, lo metí en la bolsa con la lechuga, el pan y el zumo.
Empecé a leer con curiosidad pero sin mucho convencimiento. La autora recibía en su casa de Teherán a cuatro chicas jóvenes, servía té y planteaba una conversación sobre la vida cotidiana y unas lecturas de literatura inglesa. Por motivos que no vienen al caso, no me interesó en ese momento y lo dejé. Casi un año después lo volví a abrir y esta vez fui leyendo con más paciencia, como corresponde a un libro que no es una novela sino una crónica o unas notas personales. Entonces vi otra cosa: vi una profesora de la universidad de Teherán, poco después de la revolución islámica, que invita a cuatro alumnas a estudiar en su salón lo que hasta hace poco era su clase normal de literatura inglesa y ahora es una actividad clandestina, subversiva, quizá delictiva y bastante peligrosa para todas ellas. Vi cómo, en aquel salón, esas cinco personas reconstruían durante un par de horas la vida que les habían robado en menos de dos años las autoridades religiosas de su propio país. Y ahí sí, me puse a leer con muchísima más atención.
Este libro, que no es una novela, está escrito en inglés y no en persa aunque su autora es de Irán. Nafisi, profesora de literatura inglesa, reside en los Estados Unidos desde principios de los ochenta y adoptó la nacionalidad de ese país hace bien poco (de eso hablaré en otro post, supongo). El libro lo escribió cuando ya estaba en el exilio. Ironías de la vida, aunque no es una novela, por culpa de este libro he leído una cantidad ingente de novelas, porque resulta que es, al mismo tiempo, un tratado de historia reciente de Irán y una lección de literatura inglesa.
Nafisi escoge cuatro autores de lengua inglesa para describir el proceso histórico de la revolución islámica en Irán, vista desde la perspectiva peculiar de quien enseña una materia (literatura extranjera) que la ideología dominante de la revolución (el extremismo islámico) rechaza por ceñirse poco y mal a sus ideas y sus dogmas. A partir de sus análisis literarios, explica con maestría los procesos sociales, políticos e individuales que se van sucediendo desde las primeras revueltas contra el Sha hasta la instauración definitiva del régimen de los ayatolás y la posterior guerra contra Iraq. Los personajes literarios, sus pensamientos y su forma de actuar, nos dan la clave para entender qué está pasando en Teherán en 1978 y años sucesivos.
El libro es un ingente comentario de texto que se lee casi como una novela porque está mezclado con la descripción de una época trepidante de la historia iraní. Llaman mucho la atención las descripciones de la vida cotidiana, de cómo esa vida cotidiana va mutando y transformándose, casi día a día, al ritmo de los acontecimientos políticos. Termina con la marcha voluntaria de la autora, primero a Europa y luego a los Estados Unidos. Está narrado en primera persona e incluye muchas reflexiones personales que enriquecen la lectura.
En cada capítulo, Nafisi explica lo que ha pasado durante unos meses, tanto en el plano político como en su vida personal. Luego se reúne con sus alumnas y se dedica a interpretar esa evolución buscando paralelos en los personajes de tal o cual novela. Cuando me di cuenta de la mecánica del libro, decidí visitar la biblioteca y leer a los cuatro autores que utiliza antes de seguir adelante: Vladimir Nabokov (en concreto “Lolita”), F. Scott Fitzgerald (y sobre todo “El gran Gatsby”), Henry James y Jane Austen. Me di un buen baño con cada uno de ellos y después volví al libro. Entonces sí que empecé a disfrutar y aprovechar a fondo lo que estaba leyendo.
En el próximo post explicaré los cuatro capítulos del libro.
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