[Al volver de un viaje al frente durante la guerra civil de Angola, que cubría como corresponsal de guerra] me encerré en la habitación [del hotel] para llamar por teléfono. El teléfono funcionaba. El concepto de totalidad existe en teoría, pero nunca en la vida real. Hasta en la pared mejor construida hay siempre una muesca (o esperamos que haya una, lo cual ya quiere decir algo). Hasta en los momentos en los que sentimos que ya no funciona nada, hay algo que sí funciona y que hace posible una existencia mínima. Hasta cuando nos vemos rodeados por un océano de maldad, surgen islotes verdes y fértiles en la superficie. Están a la vista, están en el horizonte. Hasta la peor situación en la que nos encontremos se descompone en elementos entre los que hay algo a lo que nos podemos aferrar, como la rama de un arbusto que crece en la orilla, para evitar que el remolino nos arrastre al fondo. Esa muesca, esa isla, esa rama nos mantienen a flote, en la superficie de la existencia. Y así, en nuestra ciudad clausurada [Luanda], donde miles de cosas habían dejado de funcionar, cuando parecía que todo estaba perdido, el teléfono seguía funcionando.
Un día más con vida, Ryszard Kapuscinski (versión propia)
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