«Las doce en punto daban. De fijo, señor comisario. De fijo, que sentimos las campanas parados en la puerta los dos. Yo las conté. Siempre las cuento, que para algo las dan, y el que tira de la soga vive pared con pared de nosotros, y le gusta que luego alguien le diga: Oye, la séptima de las once de ayer noche te salió un poquino esmirriada, a poco ni la roza el badajo. Y entonces él se esmera, y jala con tanto ahínco para la séptima que casi le sale un redoble. Antes las escuchaba con la parienta, ahora las escucho solo. Y es que mi difunta y yo siempre hemos pensado que hacer algo sabiendo que nadie te tiene en cuenta es muy desagradecido, ¿no le parece a usted?»
Cielos de barro (Dulce Chacón)