jueves, 25 de febrero de 2010

Los principios y el pragmatismo

...las conversaciones que tuve con John. Eran entretenidas. Me gustaban: las eché de menos después, cuando dejé de verlo. De hecho, nuestras conversaciones fueron probablemente lo que más eché de menos. Era el único hombre que he conocido que me dejaba derrotarlo en una discusión sincera, el único que no se ponía gallito ni se ofuscaba ni se ponía a vociferar cuando veía que estaba perdiendo. Y yo siempre lo derrotaba, o casi siempre.
El motivo es muy simple. No es que él no supiera discutir, sino que en la vida se conducía según sus principios, mientras que yo era una pragmática. El pragmatismo siempre derrota a los principios: así son las cosas. El universo se mueve, la tierra va cambiando bajo nuestros pies, y los principios siempre se quedan atrás. Los principios son la esencia de la comedia. La comedia es lo que surge cuando los principios chocan contra la realidad.

...conversations between John and myself. They were fun. I enjoyed them: I missed them afterwards, after I stopped seeing him. In fact our conversations were probably what I missed most. He was the only man I knew who let me beat him in an honest argument, who wouldn't bluster or obfuscate or go off in a huff when he saw he was losing. And I always beat him, or nearly always.
The reason was simple. It wasn't that he couldn't argue, but he ran his life according to principles, whereas I was a pragmatist. Pragmatism always beats principles, that is just the way things are. The universe moves, the ground changes under our feet, principles are always a step behind. Principles are the stuff of comedy. Comedy is what you get when principles bump into reality.
[La traducción es mía.]
Summertime, J. Coetzee

martes, 16 de febrero de 2010

Secreto musical

Cuando era muy joven, hacía música en el metro con un amigo. (Siempre que cuento eso la gente me pregunta si tenía necesidad de sacar dinero de esa manera. Yo contesto que no me hacía falta en sentido estricto porque nunca he sido pobre, pero que en cierto modo sí, porque ese dinero que caía en la funda de la guitarra o en el gorro de fieltro era una retribución tan necesaria en aquel momento de nuestra vida como el alimento.)

Yo tocaba la guitarra y mi amigo la flauta. Con el tiempo, mi amigo me enseñó a tocar la flauta. Cuando tuve el nivel suficiente, empecé a copiar solos de Ian Anderson, el compositor y líder del grupo Jethro Tull. Uno de los que más me gustaban era una adaptación de la Bourrée en mi menor de Juan Sebastián Bach, obra compuesta para laúd. Esa adaptación de Anderson se parecía poco al original de Bach (Jethro Tull era un grupo de rock), pero la melodía básica sí era reconocible.

Más de veinte años después, en uno de esos raros momentos que nos da la vida, se me antojó refrescar mis habilidades musicales al saber que una amiga estaba aprendiendo guitarra. La primera canción que estaba estudiando era Blackbird, de los Beatles. Al oírla, me obsesioné y no pude parar hasta tocarla bien, o más o menos bien. Cuando ya por fin sonaba a lo que tenía que sonar, busqué en Internet la historia de la canción y hete aquí que es otra adaptación, esta vez en un sentido más lato, de la misma Bourrée de Bach que, en manos de Paul McCartney, se transforma de una manera mucho más radical, pero sigue teniendo la misma calidad musical. Me gusta pensar que por eso, por un rasgo misterioso de esa pieza barroca que Anderson y McCartney supieron mantener, me encapriché con la canción y me puse a tocar la guitarra después de tantos años.

Wond'ring aloud
will the years treat us well.
As she floats in the kitchen,
I'm tasting the smell
of toast as the butter runs.
Then she comes, spilling crumbs on the bed
and I shake my head.
And it's only the giving
that makes you what you are.
(Wond'ring aloud, Jethro Tull)