viernes, 18 de marzo de 2011

La lucha continúa

Cuando yo hablaba de la lucha, la B-One me contestaba que

A mí se me ocurre otra posibilidad: flotar en lo que hay, sin etiquetarlo. «La grisura» es un concepto, una etiqueta que superponemos a la experiencia, que en sí misma no tiene color.
Y bueno, en aquel momento, me quedé con la copla y pensé que no estaba mal la propuesta. Hoy, las circunstancias me hacen ver que no, que esa alternativa no es distinta: es la c) con un traje nuevo que la hace parecer más aceptable.

En primer lugar, porque referirse a una situación como "grisura" no es poner una etiqueta. Es una descripción poética y, por lo tanto, depende tanto de mí como de mi entorno, ambos mutables de un día para otro, de una hora para otra. Una valoración no es una etiqueta: valoro cuando digo "este café me gusta o no me gusta"; etiqueto cuando digo "este café es bueno o es malo" o "menuda bazofia de café" o "el mejor café que he probado en mi vida".

En segundo lugar, porque la experiencia sí tiene color en sí misma, si uno quiere describirla con colores. El color (es decir, la calidad percibida) de la experiencia es una función, bastante compleja, de muchos factores, entre los que destacan las circunstancias personales de quien la vive y las circunstancias materiales que rodean a esa persona.

En tercer lugar, y este ya es personal, porque flotar sobre una situación que percibo como intrínsecamente negativa me resulta moralmente rechazable: siento la necesidad de hacer algo. Al mismo tiempo, estoy convencido de que yo solo no puedo hacer nada y no me siento con las fuerzas suficientes como para buscar gente y organizar algo. Tampoco logro reunir el valor suficiente para largarme y abandonar este entorno que tantos problemas me genera, como han hecho ya tres colegas en los últimos doce meses. (Aquí ya tengo que explicar que me estoy refiriendo al entorno laboral.) Por último, no veo alternativas menos grises, ni dentro, ni fuera.

En resumen, me sigo quedando con d), es decir, profundizo en el dilema. Es posible que también esté desarrollando cierta insensibilidad, cosa que me preocupa. Por eso sigo hablando de ello: porque no quiero acostumbrarme.

De colofón pongo una alegre cita de una novela de Abdulrahmán Munif titulada "Cuando dejamos el puente", que me recuerda mucho a Delibes y no tanto a "El viejo y el mar" de Hemingway, como afirman los críticos:

Me dije: [estos cazadores] no se privan de nada; disparan, disparan hasta al cuervo que grazna cuando ve aparecer una silueta. Hasta al cuervo, que hoy estaba más lento y le acertaron. Oí a uno de ellos que, mientras cobraba el cuervo y lo tiraba al estanque, decía: "Vete al infierno, cuervo del demonio". Y dije para mí: "¿Y para qué lo matas, entonces?" La vida es una fiesta de muerte sin fin, pensé. El grande mata al chico. El fuerte mata al débil. Y los puentes matan a los cobardes.

1 comentario:

  1. por alusiones ;)Para mí «etiquetar» es sinónimo de «valorar». Pero he dormido fatal gracias a una pinche app para propiciar sueños lúcidos que me ha estado dando por saco toda la noche y no creo que sea capaz de explicarme bien (a pesar de los dos cafés que ya llevo). Lo intento luego, cuando termine de currar :)

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