jueves, 20 de diciembre de 2018

Los idiomas extranjeros y el temperamento español

"Al entrar por primera vez en Londres —escribe Moratín— se percibe el olor desagradable del carbón de piedra." Pero en seguida se acostumbra uno, y ya no molesta. Lo malo es otra cosa: "La lengua es infernal —escribe recien llegado—, y casi pierdo las esperanzas de aprenderla." Pero al cabo de un año escaso vuelve sobre el tema con mayores ánimos: "Maldita lengua es la de estas gentes; no obstante, traduzco ya como un girifalte; pero no se trate de hablar ni entender lo que hablan, porque es cosa perdida." Y sólo unos meses después es cuando escribe, en un rapto de euforia: "¡Cómo bebo cerveza! ¡Cómo hablo inglés!... Y sobre todo, ¡cómo me ha herido el cieguezuelo rapaz con los ojos zarcos de una esplieguera!" Sin duda sólo esos ojos pudieron soltarle la lengua. Julián Marías, Los españoles (Revista de Occidente, 1962)

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