-¿Vienes borracho? -le preguntó.
Él la miró, y se sentó sin responderle. Probó la sopa, y se quemó los labios.
-¡Siempre me pones la sopa hirviendo! -protestó, y ella le respondió:
-Vienes borracho.
Gonzalo Torrente Ballester, Los gozos y las sombras
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